Es conveniente pensar en nuestros cuerpos como si se tratara de máquinas que absorben energía y son capaces de llevar a cabo millones de tareas distintas. Pero vernos a nosotros mismos meramente como máquinas hace que pasemos por alto un factor crítico. Tú y yo podemos curarnos solos; las máquinas no.
Es esta capacidad de auto curación lo que intrigó al primer quiropráctico. ¿Cómo era posible que un hombre pudiera enfermar cuando otro que trabajaba a su lado, expuesto a los mismos gérmenes, no?
Esto llevó a D.D. Palmer a cuestionar la teoría de los gérmenes que prevalecía en aquel entonces. «Tiene que ser otra cosa y no el germen, algo intrínseco al hombre», conjeturó.
Ahora sabemos que los individuos sanos estamos perfectamente equipados para lidiar con prácticamente cualquier germen o virus que se nos cruce en el camino. De hecho, tu cuerpo está haciéndolo ahora mismo sin que exista ni siquiera un solo pensamiento consciente por tu parte. ¿Acaso no estás contento de no ser una máquina?